En este año que se acaba, el mundo del Fútbol despidió a uno de los mejores mediocampistas que han pisado los terrenos de juego, Sócrates. Gran jugador de equipo, propulsor, junto a Zico y Falcao, del “Jogo bonito” del Brasil de los años 80. Practicaba un juego alegre y vistoso; siendo, además de futbolista, doctor, se caracterizó por ser un idealista, activista de movimientos de izquierda, y por siempre dejar frases para el recuerdo, imitando, quizás, a su homónimo griego. Entre algunas de las perlas que dejó se encuentra la de “no soy un atleta, soy un artista del fútbol”, así definía su forma de jugar. Pero la que más me ha gustado es: “No hay que jugar para ganar, sino para que no te olviden”.
Y así fue el equipo del cual formó parte… Un cuadro inolvidable, que, a pesar de no haber logrado títulos importantes, quienes tuvieron el honor y el placer de presenciar ese estilo de juego pueden hoy decir “yo vi jugar al Brasil de Zico y Sócrates”, no importando ser aficionado a cualquier otra selección. Un equipo que entendía que para protegerse mejor (pues no contaban con una defensa sólida), tenían que ser ellos quienes controlaran el balón y propusieran ir al ataque.
Esa filosofía en la que se prioriza la ofensiva por sobre la salvaguardia del propio arco, en la que es más importante poseer la pelota y anotar goles que defenderse de ellos, no era nueva entonces, ni mucho menos lo es ahora. La puso en práctica (en el fútbol, claro está) el Ajax de Rinus Michels, quien luego la llevó a la “Naranja Mecánica”, la Holanda de los años 70. El Barcelona, en la misma década, la importó desde el país de los tulipanes al hacerse con los servicios del legendario entrenador y su estrella, Johan Cruyff. Desde entonces, muchos equipos, incluyendo los catalanes, han apostado por ella con mayor o menor éxito, por citar algunos ejemplos: el antes mencionado Brasil, la Francia del 82 y 84 (campeona de Europa), el Milán de Sacchi, el “Dream Team” de Cruyff, el Madrid de Zidane. Y por supuesto, en nuestros días el abanderado de tan admirable estilo es el Barcelona de Guardiola.
Todos estos equipos tienen algo en común: que han quedado grabados en la historia. Con ello no quiero vincular exclusivamente dicha filosofía a escuadras exitosas, como si se tratara de la única receta para el alcanzar la gloria. Todo lo contrario. Han existido, existen y seguirán existiendo equipos que, sin logran cautivar por sus formas, lograran títulos y renombre y etcétera; pero ¿Lograrán ser recordados por el enorme público?, ¿Será recordado, aún para su afición, alguna de las dos versiones del Real Madrid de Capello (campeón en ambas ocasiones)? ¿O el Barcelona de Van Gaal (ganador en 98 y 99)? ¿Se acordarán, más allá de Milán, de ese Inter ganador del triplete el año pasado, con un fútbol defensivo aún peor que la Grecia de la Euro 2004?. Éstos solo sirven para rellenar los cuadros de estadísticas e historia. En cambio, cualquier conocedor del fútbol Europeo puede nombrar, casi a ciegas, a la mayor parte del Barcelona de Cruyff o el Milán de Sacchi, y de eso ya pasaron aún más años.
En la actualidad, el Barcelona representa ese fútbol, y para darse cuenta no hay que ir tan lejos. Hace falta con ver de nuevo los partidos contra el Hospitalet y el Bate Borisov, y apreciar cómo los canteranos Tello, Cuenca, Sergi Roberto y demás, corrían con igual o más ansias que los jugadores titulares para intentar robar el balón lo más cerca posible del área rival, algo que ya elogió el mismísimo Emilio Butragueño: “el Barça le roba la pelota a los que menos saben qué hacer con ella (las defensas rivales)”. La manera en que el Barcelona ha impregnado esa filosofía de juego hasta en sus filiales, le puede garantizar a este club renombre en años futuros, y eso no se logra de la noche a la mañana, pues significa mucho tiempo de planeación y esfuerzo. Pero por lo pronto, nos podemos sentir afortunados de presenciar la aglomeración, por casualidad o causalidad, de un grupo de jugadores que muy difícilmente serán olvidados, y en el futuro poder decir “yo vi jugar a ese Barcelona”.