Mundial de clubes, torneo cuyo campeón sale con las credenciales para denominarse el mejor equipo del mundo… aunque solo sobre el papel. Se necesita mucho más para que la gran masa pueda declararlo como tal. Y este Barça lo ha conseguido. El marco sirvió para que una vez más Guardiola exhibiera el enorme repertorio de recursos tácticos de los que puede hacer gala al contar con un equipo enorme. Este Barcelona representa la evolución del futbol, pero más que eso, una revolución.
La RAE define revolución como “un cambio rápido y profundo en cualquier cosa”. Consiste en romper esquemas, con lo establecido, lo comúnmente aceptado. Los estándares del futbol mandan a que los equipos estén formados por delanteros cuya mirada esté siempre puesta al gol, mediocampistas más físicos y dedicados a ensuciar el juego contrario, y las defensas más férreas en la labor de intimidar a la delantera rival. El Barcelona, en cambio, cuenta con delanteros capaces tanto de hacer goles como de darlos, mediocampistas que antes de ser otra cosa son artistas, y defensas tan sólidas como inteligentes para tapar espacios y darle salida al juego.
En una entrevista le preguntaron a Fábregas qué posición jugaba en el Barcelona. El no supo responder con exactitud. Paro ya no es solo Cesc o Messi quienes juegan sin una posición fija, como delanteros mentirosos. Iniesta, Xavi, Thiago, e incluso Alves, aparecerían también en distintos sectores de la cancha, según lo demandara la acción. Es esa anarquía (ordenada) de movimientos de todo el centro del campo la que le ha valido la admiración total a este Barcelona en los últimos tres encuentros (Madrid, Al Saad y Santos). En la disputa por el mejor técnico del mundo ya Guardiola sacó una larga ventaja con el simple hecho de darles a sus peloteros, sus artistas, libertad para crear. Y crear jugadas (y partidos completos) para el recuerdo. Casi obras maestras.
Concluyo con una cita extraída del libro de Alejandro Dumas, “El tulipán negro”: “Resulta bastante raro que, en un momento dado, se encuentre, bajo la mano de Dios, un gran hombre para ejecutar una gran acción, y por eso, cuando se produce por casualidad esta combinación providencial, la Historia registra en el mismo instante el nombre de ese hombre elegido, y lo recomienda a la posteridad”. Así, este Barcelona… Eterno!
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