Brasil siempre se ha caracterizado por ser cuna de jugadores espectaculares. Goleadores de raza como Romario o Ronaldo; defensas y carrileros de largo recorrido y con facilidad para aportar en el ataque como Roberto Carlos, Cafú, Mauro Silva o Branco; o futbolistas simplemente excepcionales como Pelé o Garrincha. Pero dentro de esa amplia gama de colores que aporta este hermoso país a la pintoresca historia de su fútbol, se encuentra una estirpe de jugadores que hacen ver este deporte de una forma más simple. Lo hacen más bello con el simple hecho de pasarse el balón, jugar en conjunto, pues, al fin y al cabo, el fútbol es un deporte de equipo; sin embargo, muy pocos logran hacer esto de una forma bella. Simple, pero bella.
Dentro de este tipo de jugadores brasileños, al lado de nombres como Zico o Dunga, se encuentra una persona diferente, un futbolista distinto, dentro y fuera del campo, con una historia tan larga como su nombre: Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira. O, simplemente, Sócrates.
Desde su nacimiento, Sócrates fue distinto al futbolista promedio en Brasil. Mientras que la gran mayoría de los jugadores de su país venían de la pobreza y usaron su cualidad como deportistas para escapar de las favelas, Sócrates nació en un hogar relativamente acomodado en Belem do Pará, en el año de 1954. La fama le llegó ya “avanzado” de edad, a la mitad de su tercera década de vida, lo que le permitió estudiar la carrera de medicina mientras jugaba en el Botafogo, seguramente porque nadie, incluyéndolo a él, apostaba por que llegaría a ser una estrella de fútbol; en un país acostumbrado a tener jugadores con enorme habilidad, Sócrates era más bien lento en el uno contra uno. Pero fue su habilidad mental la que le valió para triunfar.
Lo contrató el Corinthians en 1978, donde empezó a destacar por su inteligencia para crear jugadas. Desde la posición de mediocentro ofensivo, Sócrates escogía siempre el pase adecuado, con una visión excepcional, característica solo de algunos elegidos. Su juego no era de velocidad, pero sus piernas largas le permitían dar grandes zancadas, lo que le concedía ventaja en esa faceta sobre algunos rivales. Tenía un toque de balón único y jugaba con una calma imperturbable. En el uno a uno, hacía lo más fácil, pasar el balón al compañero mejor ubicado. El suyo era un estilo elegante, basado en la precisión y movimiento eficiente e inteligente, más que el ritmo acelerado y la resistencia física. Para un jugador como Sócrates, su cerebro era más importante que su cuerpo.
Hoy en día el Fútbol no tiene color político, pero en décadas anteriores sí que lo era en algunos lugares. Corinthians fue creado por trabajadores inmigrantes, y siempre fue identificado con la clase trabajadora. Sócrates co-fundó la “Democracia Corinthians”, una organización que protestaba contra la dictadura de aquel entonces.

*El momento más importante para Sócrates en su carrera (y uno de los pasajes más brillantes de la gloriosa historia del fútbol brasileño) fue la Copa del Mundo de 1982, celebrada en España, en donde fue capitán de aquella escuadra. Brasil no logró ganar el torneo. De hecho, ni siquiera llegó a las semifinales. Un equipo italiano que apelaba al “Catenacchio” y la efectividad de su goleador, Paolo Rossi, lo eliminó y se proclamó campeón del torneo. El Brasil del 82, sin embargo, es considerado como uno de los mejores equipos de la historia del fútbol y la mejor selección (junto con Hungría de 1954 y la Holanda de 1974) que nunca ganó la Copa del Mundo. En cierto sentido, el fracaso final del equipo en realidad aumenta su leyenda. Salieron derrotados, pero se mantuvieron fieles a su principio: que el fútbol es algo más que simplemente ganar. Es también una forma de expresión estética. Como el mismo Sócrates explica:
Existe mucho más que contar de aquella Copa del Mundo, y del Fútbol que ahí se practicó con la Francia de Platini y el Brasil del “Jogo Bonito”, pero una frase de éste filósofo del Fútbol lo resume todo: “No hay que jugar para ganar, sino para que no te olviden”."Ese equipo brasileño representaba la fantasía, el idealismo, un idilio. Italia representa la eficiencia, la eficacia. Pero al menos hemos perdido luchando por nuestros ideales. Y se puede comparar eso con la sociedad de hoy. Hemos perdido el contacto con la humanidad, las personas son impulsadas por los resultados. Solían ir al fútbol a ver un espectáculo. Para mí la belleza es lo primero, la victoria es secundario y lo que realmente importa es la alegría!"
Jugó en el Corinthians hasta 1984, cuando pasó a jugar en la Serie A italiana con la Fiorentina. Luego pasó por el Flamengo, Santos y regresó al Botafogo, donde se retiró en 1989. Falleció el pasado domingo 4 de Diciembre de 2011, y como él lo había deseado, con el Corinthians proclamándose campeón: “Quiero morir en un domingo y con el Corinthians campeón” dijo. Descanse en paz un filósofo, un artista del fútbol: “no soy un atleta, soy un artista del fútbol” Sócrates (1954-2011).
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